Los masái o masáis (también se escribe frecuentemente maasái) son un pueblo estimado en unos 883.000 individuos, que viven en Kenia meridional y en Tanzania septentrional. Hablan maa, que es una lengua nilótica oriental, si bien muchos de ellos son capaces de expresarse correctamente en suajili e inglés. La mayoría de los masáis mantienen su religión tradicional, aunque algunos han adoptado alguna forma de cristianismo.
Vivienda
Los masái viven en asentamientos llamados manyattas, círculos de chozas hechas de ramitas y rodeadas por empalizadas (bomas) para encerrar el ganado. Las chozas se construyen con unos ladrillos preparados a base de excrementos de animales, paja y barro a fin de impermeabilizarlos y endurecerlos. Las paredes interiores son alisadas y posteriormente ahumadas. Suelen contar con diminutos tragaluces, pero no ventanas.
Cultura
Su vida cultural está llena de celebraciones. La versión masái de los grupos de edad consta de infancia, guerrero menor (moran), guerrero mayor, adulto menor y adulto mayor. Tras la circuncisión, los chicos se convierten en guerreros menores. Lamentablemente, también está extendida la práctica de la ablación a las niñas.
Tanto los hombres como las mujeres lucen vistosas dilataciones en las orejas de hasta un palmo de longitud en la parte inferior del pabellón auricular, y del diámetro de una moneda pequeña en la parte superior, que acostumbran a adornar con maderas y cuentas de colores. La artesanía masái es muy destacable, principalmente en textiles, tallas de madera, abalorios y adornos de hematita. Acostumbran a vestir una tela anudada sobre los hombros de vivos colores, generalmente roja y con diseños geométricos, sobre otras piezas de ropa. Coleccionan un gran número de danzas rituales y cánticos, que efectúan frente a los turistas a cambio de dinero y otros beneficios económicos. Por lo general, no se dejan fotografiar salvo que se les otorgue un pequeño pago como compensación.
Organización
El sistema político masái está descentralizado; realizan reuniones de ancianos y discusiones públicas para decidir sobre los asuntos más generales. Lo que impera es la importancia del ganado. Algunos de sus representantes han sido vistos en reuniones democráticas en la capital, Nairobi, vistiendo traje, y algunos de los jóvenes acostumbran a jugar al billar y ver la televisión en aldeas cercanas donde no siempre son bien recibidos debido a las diferencias culturales. Su religión se centra en torno a creencias místicas que conciernen a los masáis, a su ganado y a Dios. Las vacas son sagradas y, por tanto, lo son su tierra y todos los otros elementos concernientes a su ganado. El ganado provee de todas las necesidades a los masáis: leche, sangre y carne para su dieta (producen una especie de yogur fermentando la leche con sangre de animal), cuero y pieles para su ropa.
Poseen representación en la UNPO.
Economía: El ganado es el centro de la economía Maasai. Raramente lo matan, pero en cambio es acumulado como una señal de riqueza y para ser utilizado comercialmente. Al igual que otros pueblos ganaderos, en otro tiempo, el engrandecimiento de las manadas se hacía en parte mediante el robo de ganado a los pueblos vecinos. Esta economía obligaba a mantener fuertes ejércitos bien organizados que defendieran tierras y ganado y sirvieran a su vez a conquistar las tierras y manadas de los vecinos, lo que les dio la fama de crueles. Su dieta fundamental la tienen a base de una mezcla de sangre de vaca con leche, queso, mantequilla y carne. Debido al valor como símbolo de riqueza que dan al ganado vacuno, éste es raramente utilizado para su consumo, criando cabras y ovejas para este fin. Raramente utilizan la carne de animales salvajes salvo la del eland y búfalo, estando prohibido por su religión el consumo del resto.
Religión: Según la religión Maasai, en un principio, el cielo y la tierra eran sólo uno y éste era Ngai, Dios. Ngai separó el cielo de la tierra y envió el ganado a la tierra para que los Maasai cuidaran de él. Este destino ganadero de carácter divino hacía que cualquier otra actividad fuera considerada como inferior, llegando al extremo de que en su afán por no imitar las actividades de los agricultores era considerado como una grave infracción el romper la tierra, cosa que no hacían ni tan siquiera para enterrar a sus muertos.